Frears desarrolla una cándida historia sobre el amor más puro, ese sentimiento que no solo une personas, sino que también define pasión y entrega al momento de enfrentar la vida y los sueños. Jenkins, bajo la mirada de Frears y la interpretación de Meryl Streep se convierte en paradigma de excepcionalidad.

Una película que habla de la necesidad del arte, de la capacidad humana de crear aún en condiciones adversas. Narra el nacimiento de una obra musical: El cuarteto para el fin de los tiempos de Olivier Messiaen, compuesta durante la segunda guerra mundial en un campo de prisioneros de guerra: al piano el compositor, Olivier Messiaen, con él, Etienne Pasquier, violonchelista; Henry Akoka, clarinetista, y el violinista Jean Le Boulaire.

Una esmeradísima producción donde todo es impecable: música, cante, baile, cámara, luz, decorado, movimientos de actores y el contínuo de todo ello está en su sitio. El amor brujo es la representación –en forma de música y de apoyaturas rítmicas para un ceremonial de amor y muerte– de una forma de tragedia primordial: el exorcismo, el rito trágico tribal por excelencia y esta forma de representación y su vibración trágica están en el filme cuando de sus sonoridades surge el genio de Manuel de Falla y este encandila a los bailarines y a quienes están frente a la pantalla.